lunes, 14 de octubre de 2024

Recordando a Ana María Matute

   Hoy más que una reseña, nuestra lectora Isabel Genovés, nos trae un homenaje/recordatorio a la gran escritora Ana María Matute. Muchas gracias por tus palabras Isabel. Nuestro consejo, lean a Matute y si lo hicieron, rescátenla. 

   “Y el llanto del Rey cayó al Lago, y éste creció. Creció de tal forma que anegó la ciudad, el Reino y el país entero, hasta más allá de las lindes donde Gudú había pisado. Y tanto él como su Reino, como cuantos con él vivieron, desaparecieron en el Olvido.”

   Estas son las últimas palabras de su novela Olvidado Rey Gudú. Recordamos a la dama blanca de la literatura, pero el olvido no caerá sobre ella. Con sus palabras Ana María Matute Ausejo (1925-2014), nos ha trasladado desde la realidad a la ficción. Ha poblado nuestra imaginación con seres reales que nos han mostrado la crudeza de sus vidas y de forma maestra nos ha sumergido en su maravilloso mundo de fantasía.

   Nos hizo estremecer con su discurso al recibir el Premio Cervantes en el 2011, concedido en el 2010, destacaría de él la frase “San Juan dijo: el que no ama está muerto y yo me atrevo a decir: el que no inventa, no vive”. “La literatura ha sido el faro salvador de muchas de mis tormentas”. Sus lectores damos gracias a que inventó mucho y bueno.

  Una de sus máximas era que la imaginación hacía más llevadera la cruda realidad. Lo decía una escritora, que con cinco años ya escribía. Que a sus diecisiete escribió su primera novela Pequeño Teatro, publicada once años más tarde. Y que afirmaba que la infancia nos marca de una forma tremenda.

  Otro discurso para recordar de Ana María Matute fue el de su entrada en la Real Academia de la Lengua en 1998 para ocupar el sillón con la letra K, (fue elegida miembro en 1996), lo título En el bosque, y dijo: “El bosque es para mí, el mundo de la imaginación, de la fantasía, del ensueño, pero también de la propia literatura, y, a fin de cuentas, de la palabra.” Para ella lo más hermoso que se había creado era la palabra, pero sin duda en sus manos esas palabras nos contaban más, con un lenguaje propio.

  Nació en el seno de una familia burguesa, tuvo que esperar el permiso de su padre para poder publicar su primera novela. La Guerra Civil la marcó profundamente. Contrajo matrimonio con el escritor Eugenio de Goicoechea en 1952, al que apodaba “el malo” y del que se separó en 1963. Sufrió como todas las mujeres en ese momento la separación de su hijo, ya que le fue retirada su custodia, solo podía verlo los sábados. Las leyes daban la razón y la custodia a los padres. El divorcio era impensable. Matute decía haberlo pasado muy mal, pero también muy bien. Fue lectora en la Universidad de Indiana (Estados Unidos) en 1965-1966, también desempeñó esta labor en Oklahoma. En la Universidad de Boston instituyó la Colección Ana María Matute, a la que cedió sus manuscritos y otros documentos. 

  La obra de Matute ha cosechado los premios literarios más prestigiosos, como figuran Los Abel (finalista del Premio Nadal 1947), Fiesta al Noroeste (Premio Café Gijón 1952), La pequeña vida (1953), Pequeño teatro (Premio Planeta 1954), Los hijos muertos (Premio de la Crítica 1968 y Premio Nacional de Literatura 1959), la trilogía Los mercaderes, compuesta por Primera memoria (Premio Nadal 1959), Los soldados lloran de noche (Premio Fastenrath de la Real Academia Española 1962) y La trampa (1969), El arrepentido (1961), Algunos muchachos (1964), El polizón de Ulises (Premio Nacional de Literatura Infantil Lazarillo 1965), La torre vigía (1971), El río (1973), Sólo un pie descalzo (Premio Nacional de Literatura Infantil 1984), Luciérnagas (1993), con la que fue finalista del Nadal en 1949 y que había publicado con otro título En esta tierra, e incompleta en 1955, debido a la censura, El verdadero final de la Bella Durmiente (1995), Olvidado Rey Gudú (1996) donde la fantasía se desborda, siendo una joya de la literatura, Los de la tienda (1998), Aranmanoth (2000) y Paraíso inhabitado (2008). También es autora de varios libros de cuentos, reunidos en el volumen La puerta de la luna (2010). Además fue miembro de la Hispanic Society of America. En 2007 fue galardonada con el Premio Nacional de las Letras por el conjunto de su obra.

   Entre sus cuentos para niños destacan El país de la pizarra (1956); Los niños tontos (1956); Paulina, el mundo y las estrellas (1960); El saltamontes verde (1961); El caballito loco (1961); Carnavalito (1972) y La oveja negra (1994).

  En 2002 vieron la luz sus Cuentos de infancia, una recopilación de nueve cuentos e ilustraciones que Ana María Matute escribió cuando tenía entre cinco y catorce años. En 2003 y 2005, se reeditó el Libro de juegos para los niños de los otros y su trilogía medieval, respectivamente. Su obra inacabada es Demonios familiares.

   Si no conocen su obra, aún están a tiempo, recuerden que nos deja sus palabras convertidas en ventanas abiertas a la fantasía.